Por Diego Barovero
El 12 de octubre de 1916, seis meses después de la primera aplicación nacional de la Ley Sáenz Peña que posibilitó la victoria electoral de la Unión Cívica Radical, el Dr. Hipólito Yrigoyen asumió como primer presidente auténticamente democrático de la historia argentina.
Habiendo obtenido más de 370.000 votos -casi el 49% de los votos válidamente emitidos- la fórmula radical se alzó con el triunfo aquel 2 de abril de 1916. A pesar de las presiones y las agachadas típicas de la política criolla, al irreductible Yrigoyen -“Que se pierdan cien gobiernos pero que se salven los principios”- le alcanzaron los electores para ser definitivamente consagrado el 20 de julio siguiente junto al Pelagio B. Luna como Presidente y Vice de la Nación Argentina.
Llegaba así a su fin el “Régimen”, un sistema que había sido eficaz para el crecimiento económico del país, pero que basaba su estructura jurídico institucional en prácticas deleznables que abjuraban del principio representativo del gobierno consagrado en el artículo 1° de la Constitución Nacional.
La llegada al gobierno del líder radical se había jalonado mediante la acción revolucionaria y el abstencionismo durante los procesos eleccionarios plagados de ilegalidades, donde las prácticas corruptas del antiguo régimen impedían el ejercicio del sufragio libre. Yrigoyen y el radicalismo tuvieron la virtud de generar un nuevo paradigma político.
El régimen gobernante compuesto por la oligarquía, que ya no era liberal e ilustrada como la decimonónica, dio muestras de apertura cuando su más lúcido exponente, el Presidente Roque Saenz Peña, convocó a Yrigoyen al diálogo político. De aquel encuentro surgió el código electoral que lleva el nombre del primero, y que al decir de Félix Luna debió llevar el del segundo.
No fue fácil el camino que lo llevó a la Casa Rosada, especialmente porque el régimen agotó todas las posibilidades de un continuismo de sus políticas y de sus hombres, y que según Horacio Oyhanarte: "el régimen no tuvo ni la dignidad de su caída".
El 12 de Octubre Yrigoyen asumía las altas responsabilidades para las cuales se había preparado toda su vida. Ese mismo día moría el cantor Gabino Ezeiza, que había sido símbolo del viejo radicalismo, de las luchas de Alem y de la Unión Cívica, y cuando le contaron al Presidente a punto de asumir, con tristeza y resignación, dijo: "¡Pobre Gabino! ¡El ayudó!".
La obra de gobierno yrigoyeneana podría ilustrarse con algunos de sus logros, como la Reforma Universitaria que fue numen inspirador de los movimientos regeneradores de América Latina; la creación de YPF y la defensa del petróleo en la genial labor del General Enrique Mosconi; la jornada laboral de ocho horas y las primeras leyes previsionales; la creación del Banco Agrario y la sanción de la ley de arrendamientos agrícolas; el ferrocarril a Huaytiquina y el establecimiento en la República de más de tres mil nuevas escuelas. Todo ello con un Congreso opositor, con sólo cuatro provincias de su signo político y con una prensa despiadada en continuo ataque.
Sin embargo, el ambiente del país era otro muy diferente. Vale repasar al escritor Eduardo Mallea quien recuerda los momentos iniciales de la presidencia de Yrigoyen de esta forma: "Sobrevino un estado de pureza cívica, una gran seriedad de conciencia culminó en 1916 con el advenimiento de un gobierno austero y popular… era una gran necesidad civil de decencia contra muchos años de explotación y de fraude." (Mallea, Eduardo: 'El sayal y la púrpura', Losada, 1941)
Uno de sus más enconados e inteligentes adversarios Nicolás Repetto, líder del socialismo argentino dijo del Presidente Yrigoyen con motivo de su muerte: "A Yrigoyen le ha sido dada experimentar la satisfacción más grande a la que pudo aspirar un hombre de su acción: contribuyó a derrocar el régimen de las viejas oligarquías e inauguró el primer gobierno verdaderamente democrático del país. Este sólo hecho basta para asegurarle un puesto señalado y definitivo en la historia argentina"
Hoy, Hipólito Yrigoyen es considerado un prócer, padre de la democracia argentina. Tiene monumentos; localidades, calles y plazas que llevan su nombre; los homenajes se suceden, y sus máximas más famosas suelen citarse en el discurso político. Aún resta el examen de muchos aspectos de su pensamiento, que han sido relegados, mal estudiados o ignorados. Por la trascendencia e influencia de sus ideales en la formación de la conciencia nacional, podríamos afirmar con el joven e indeleble Jorge Luis Borges que "Yrigoyen nos sigue gobernando".
*Vicepresidente del Consejo Directivo del Instituto Nacional Yrigoyeneano (Ley N° 26.040)
www.yrigoyen.gov.ar
1 comentario:
no sabía el momento histórico en donde Yrigoyen estaba al poder.. hace muy poco que vivo en un alquiler de departamentos en buenos aires pero mientras mas sepa sobre el país en el que vivo mejor. el hoy es consecuencia del pasado.
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