25.3.07

El rapto de Europa


Por Carlos Fuentes

Visite Europa por primera vez en 1950. Las bombas de la Blitzkrieg habían dejado vastos huecos en el centro de Londres y la bombas de la Real Fuerza Aérea Británica habían devastado la ciudad alemana de Dresden. Viena estaba ocupada por las cuatro potencias victoriosas (los Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia). Las efigies de Lenin y Stalin cubrían la fachada imperial del Hofburg. De Milán a Nápoles, los niños robaban, pedían limosna y carecían de zapatos.

Medio siglo más tarde, Europa es el principal bloque económico y comercial del mundo. Con 500 millones de habitantes, posee el nivel de educación, comunicaciones y bienestar general más alto del orbe. Con un ingreso medio per cápita de 29.000 dólares anuales.

El dolor de la posguerra ha desaparecido. Hoy Europa, en términos generales, respira satisfacción. El continente es un gran éxito histórico. Cuando Jean Monet y Robert Schumann se unieron a Konrad Adenauer, en 1950, para plantar las semillas de la Comunidad Europea, un propósito era dominante: que no volviese a haber una guerra entre Francia y Alemania. Que las catástrofes de 1870, 1914 y 1939 no se repitiesen jamás.

Construida sobre el eje pacífico de la cooperación franco-germana, Europa es hoy, en gran medida, un hecho que sus habitantes dan por asegurado. Sin embargo, la voluntad histórica que llevó a la creación de la Comunidad Económica Europea, precisamente porque tuvo éxito, tiende a ser olvidada. Por una parte, toda una juventud europea no piensa dos veces en el pasado. El presente le es grato y le es cómodo. No hay fronteras cerradas, la cultura popular no requiere pasaporte, el pasado no regresará, la historia es el olvido.

La complacencia que se nota en vastos sectores de la población europea puede resultar gratificante a la luz de un pasado violento. Pero no autoriza a soslayar la nueva problemática que el siglo XXI les impone a lo europeos, dentro y fuera de sus fronteras.

Hace medio siglo, los trabajadores españoles e italianos emigraban a Francia, Inglaterra y Alemania. Eran necesarios pero sospechosos. Hoy, España e Italia reciben migración masiva del Africa subsahariana y del Maghreb: 200 millones de migrantes. En Alemania, viven y trabajan siete millones de turcos. La presencia del trabajador migratorio suscita y resucita viejos prejuicios nacionalistas y racistas, poniendo en peligro una de las grandes conquistas de la posguerra, que ha sido ejercer influencia política y económica sin banderas nacionalistas.

La migración es consecuencia inevitable de la globalización. Si se globalizan las finanzas y el comercio, también se globalizará el trabajo. Este es ya un hecho internacional, por más que nos empeñemos en tratarlo cono asunto bilateral. La migración propone, en primer lugar, programas de cooperación activa entre países de expulsión y países de recepción a fin de que aquéllos generen trabajo que retenga a su mano de obra y éstos establezcan claras reglas que discriminalicen a la migración, la protejan y la integren a la economía europea. Las excepciones criminales deben ser la excepción, no la regla.

El continuado bienestar europeo depende, asimismo, de que los focos de inestabilidad sean objeto de atención política y diplomática oportuna. La salud internacional de Europa depende de que la política mundial se encauce mediante negociación y previsión y no, fatalmente, con actos de ataque preventivo que conducen al fracaso, como en Irak. Valgan las palabras del primer ministro francés, Dominique de Villepin, como guía de la acción: "Sólo el consenso y el respeto a la ley dan legitimidad a la fuerza y fuerza a la legitimidad".

Ello requiere, en las palabras de otro gran estadista europeo contemporáneo, Mássimo D Alema, vicepresidente y canciller de Italia,"un orden, instituciones y un cuadro de normas" a fin de que la interdependencia y la cooperación internacional sean los principios de la mundialización. De suerte que no es menor la importancia de Europa como factor activo y moderador de una situación internacional tan peligrosa como el abandono de toda regla a favor de una ciega y catastrófica soberbia unilateralista.

Pero Europa no sólo tiene problemas y obligaciones externas. La comunidad original de seis Estados pronto se extenderá a veintisiete naciones, muchas de ellas con niveles socioeconómicos inferiores a los del occidente europeo.

Acelerar el desarrollo del centro y el sur de Europa no será sencillo. La cortina de hierro sólo disfrazaba una casa de cartón. La inversión para el desarrollo de la Europa central y los Balcanes será tan grande como los obstáculos políticos y culturales, amén del doble movimiento de empresas occidentales en busca de mano de obra barata más allá del Danubio y de trabajadores del Este en busca de trabajo en Occidente. Y todo esto, a las puertas de una Rusia de voluntad política renovada, poder petrolero y un tradicional sentimiento de estar siendo sitiada. De nuevo, la política y la diplomacia europeas deben buscar acomodos inteligentes con Moscú.

"Europa no tiene número de teléfono", dijo famosa y cínicamente Henry Kissinger. Pero la historia europea tiene muchos números y el éxito de hoy no debe olvidar ni los nuevos desafíos ni los viejos obstáculos. Desde que Winston Churchill predijo acertadamente, en Zurich (1945), que la amistad de Francia y Alemania era el corazón de la unidad europea, el Reino Unido se ha dividido entre ser padrino, socio o antagonista de Europa -"el continente", como le dicen los británicos- en beneficio de la alianza atlántica con Washington. La catastrófica guerra de Irak quizá condicione al siguiente gobierno de Londres a acercarse más a Europa y aceptar el desafío de lo que formula Hugh Thomas: "unirnos activamente a Europa... o permanecer aislados, sin gloria y con ruina".

El propio Thomas describe a François Mitterrand como "el último gran estadista literario de Europa", que logró desmantelar al comunismo y disminuir el nacionalismo gaullista, abriendo una etapa intensa de colaboración franco germana. La elección de abril, en Francia, pondrá a prueba las activas orientaciones galas: el centralismo, el europeísmo, el internacionalismo. Y Alemania deberá proseguir su política de influencia sin nacionalismo, acorde con el desiderátum de Thomas Mann de "una Alemania europea, no una Europa alemana".

México y la América latina, por último, están obligados, por elementales razones de salud, a diversificar sus relaciones exteriores más allá del continente americano. Vivimos con un gigante herido que acaso se dispare a una catastrófica furia hacia delante, arrastrándonos a un despeñadero. Europa aparece, más que nunca, como factor de equilibrio y de salud internacional.

Y nosotros, los iberoamericanos, con tan hondas raíces en España y Portugal, ¿no somos lo más semejante a Europa fuera de Europa? No permitamos que Europa nos sea raptada.



Texto de la Declaración de Berlin
, 2007.

"Durante siglos Europa ha sido una idea, una esperanza de paz y entendimiento. Esta esperanza se ha hecho realidad. La unificación europea nos ha procurado paz y bienestar, ha cimentado nuestra comunidad y superado nuestras contradicciones. Cada miembro ha contribuido a unificar Europa y a fortalecer la democracia y el Estado de derecho. Gracias al ansia de libertad de las gentes de Europa Central y Oriental, hoy se ha superado definitivamente la división artificial de Europa. Con la unificación europea hemos demostrado haber aprendido la lección de las confrontaciones sangrientas y de una historia llena de sufrimiento. Hoy vivimos juntos, de una manera que nunca fue posible en el pasado. Los ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea, para fortuna nuestra, estamos unidos.

I - En la Unión Europea estamos haciendo realidad nuestros ideales comunes: para nosotros el ser humano es el centro de todas las cosas. Su dignidad es sagrada. Sus derechos son inalienables. Mujeres y hombres tienen los mismos derechos.
Nos esforzamos por alcanzar la paz y la libertad, la democracia y el Estado de derecho, el respeto mutuo y la responsabilidad recíproca, el bienestar y la seguridad, la tolerancia y la participación, la justicia y la solidaridad. En la Unión Europea vivimos y actuamos juntos de manera singular, y esto se manifiesta en la convivencia democrática entre los Estados miembros y las instituciones europeas. La Unión Europea se funda en la igualdad de derechos y la convivencia solidaria. Así hacemos posible un equilibrio justo entre los intereses de los distintos Estados miembros. En la Unión Europea preservamos la identidad de los Estados miembros y la diversidad de sus tradiciones. Valoramos como una riqueza nuestras fronteras abiertas y la viva diversidad de nuestras lenguas, culturas y regiones. Hay muchas metas que no podemos alcanzar solos, pero sí juntos. Las tareas se reparten entre la Unión Europea, los Estados miembros, sus regiones y sus municipios.

II - Nos enfrentamos a grandes desafíos que no se detienen en las fronteras nacionales. La Unión Europea es nuestra respuesta a ellos. Sólo unidos podemos preservar en el futuro nuestro ideal europeo de sociedad, en beneficio de todos los ciudadanos y las ciudadanas de la Unión Europea. Este modelo europeo aúna el éxito económico y la responsabilidad social. El mercado común y el euro nos hacen más fuertes. Con ellos podemos amoldar a nuestro sistema de valores la creciente interdependencia económica mundial y la cada vez más intensa competencia que reina en los mercados internacionales. La riqueza de Europa se basa en el conocimiento y las capacidades de sus gentes; ésta es la clave del crecimiento, el empleo y la cohesión social.
Vamos a luchar juntos contra el terrorismo, la delincuencia organizada y la inmigración ilegal. Y lo haremos defendiendo las libertades y los derechos ciudadanos incluso en el combate contra sus enemigos. Nunca más debe dejarse una puerta abierta al racismo y a la xenofobia. Defendemos que los conflictos del mundo se resuelvan de forma pacífica y que los seres humanos no sean víctimas de la guerra, el terrorismo y la violencia. La Unión Europea quiere promover en el mundo la libertad y el desarrollo. Queremos hacer retroceder la pobreza, el hambre y las enfermedades. Para ello vamos a seguir ejerciendo nuestro liderazgo. Queremos llevar juntos la iniciativa en política energética y protección del clima, aportando nuestra contribución para contrarrestar la amenaza mundial del cambio climático.

III - La Unión Europea se nutrirá también en el futuro de su apertura y de la voluntad de sus Estados miembros de consolidar, juntos y acompasadamente, el desarrollo interno de la Unión Europea. Esta seguirá promoviendo también la democracia, la estabilidad, y el bienestar allende sus fronteras. Con la unificación europea se ha hecho realidad un sueño de generaciones anteriores. Nuestra historia nos reclama que preservemos esta ventura para las generaciones venideras. Para ello debemos seguir adaptando la estructura política de Europa a la evolución de los tiempos. Henos aquí, por tanto, cincuenta años después de la firma de los Tratados de Roma, unidos en el empeño de dotar a la Unión Europea de fundamentos comunes renovados de aquí a las elecciones al Parlamento Europeo de 2009. Porque sabemos que Europa es nuestro futuro común."

10.3.07

La España postfranquista y los sucesos de 1976

El pasado 9 de marzo de 2007 se estrenó en las pantallas de cine "La revolta permanent". La ópera prima de Lluís Danés muestra una verdad que durante más de 30 años el Gobierno español ha obviado. Se trata de los sangrientos acontecimientos de Gasteiz que el 3 de marzo de 1976 se cobraron cinco muertes a manos de la Policía. La película tiene música del cantautor catalán Lluis Llach.





5 MUERTOS Y MÁS DE 100 HERIDOS DE BALA FUERON EL RESULTADO DE LA CRIMINAL REPRESIÓN DEL FRANQUISMO Y DE FRAGA IRIBARNE.

Los Sucesos de Vitoria se refieren a los acontecimientos ocurridos el 3 de marzo de 1976 en la ciudad alavesa de Vitoria, en el País Vasco, durante la Transición Española y en los cuales el enfrentamiento de la Policía Armada con trabajadores refugiados en la Iglesia de San Francisco de Asís, en el barrio de Zaramaga, durante unas jornadas de huelga resultó en la muerte de muerte de 5 de ellos y causó heridas de bala a un total de 150.
Manuel Fraga Iribarne, en una imagen como presidente de la Xunta de Galicia, era el ministro responsable de la fuerzas del orden durante los Sucesos de Vitoria de 1976.

9.3.07

El otoño del patriarca, por Diego Barovero




Cumple ochenta años Raúl Ricardo Alfonsín. Una cifra redonda de esas que suelen ser celebradas con mayor pompa y que también actúan como disparador de homenajes y hagiografías, como si los anteriores setenta y nueve tuvieran menos importancia.

Ello no obstante, no es posible sustraerse a la tentación de ensayar unas líneas acerca de la significación de la personalidad de este singular abogado de Chascomús, radical visceral que recorrió todo el cursus honorum de la vida partidaria y también en materia de cargos de representación pública, desde concejal en su ciudad natal, hasta la presidencia de la República.

Observadores y analistas, correligionarios y adversarios políticos aún se preguntan y suelen efectuar disquisiciones respecto de la permanente vigencia de este “zoon politikon”. Incluso cómo, luego de aquél accidente a la vera de una ruta en las cercanías de un casi desconocido paraje que casi le cuesta la vida y del que emergió gracias a una recuperación milagrosa, ha sido posible que la misma gente que en su momento lo repudió y no le perdonó la traumática situación de crisis – en rigor de verdad, no imputable en forma exclusiva a su administración - en que debió transmitir el mando a su sucesor, haya vivido con angustia las circunstancias de aquél siniestro y haya expresado su júbilo al saberse que el viejo líder estaba fuera de peligro.

Quizá la cuestión radique en reducir a esquemas puramente racionales aquello que tiene más que ver con lo emocional, con el ida y vuelta, con la química que se produce entre un líder y su pueblo. Porque Alfonsín desde aquellos días de 1983 en que desde los afiches y en sus apariciones públicas saludaba con ambas manos unidas en gesto más que de triunfador deportivo en abrazo fraterno y abarcador, estableció con los argentinos una relación de comunicación propia de lo que se denomina carisma. Tras su paso por el gobierno de la República, con sus errores y sus aciertos – gestión de la que debemos estar más que orgullosos sus correligionarios, aún no compartiendo algunos aspectos puntuales - amado por sus más fieles seguidores y rechazado por sus más enconados adversarios, Alfonsín conserva sin embargo esa virtud comunicativa y carismática con la sociedad. Es que irradia esa simpatía campechana propia de los políticos de raza, que tanto escasean por estos tiempos, ese aire patriarcal y paternal que él mismo ha cultivado y aún cultiva hacia su pueblo, sentimiento sin duda unido a la circunstancia de que se lo siente un poco el padre de ese renacimiento de las esperanzas que significó el retorno de las instituciones democráticas que en el imaginario colectivo permanecerá por siempre unido a su figura.

Raúl Alfonsín, mucho más a partir del delicado trance en que estuvo en juego su propia vida, aparece ante todos los argentinos, aún frente aquellos que no comulgan con sus ideas, que no practican su mismo credo cívico, como un hombre de bien, un líder decente. Es que se lo ve como el último de los políticos de antes, como esos políticos de poncho o chalina al hombro, de gesto romántico y verba encendida, franco en la expresión, llano en el decir. Casi una curiosidad en estos tiempos en que abundan los “gerentes públicos”, los “referentes”, los “operadores”, los “estrategos”, los “candidatos mediáticos”, ropajes y denominaciones bajo los que se ocultan prestidigitadores, charlatanes, demagogos, tartufos, cholulos y mercachifles.

Raúl Alfonsín conserva la virtud de haber actuado honesta y decentemente, como un hombre absolutamente fiel a sus ideas. Alguien que supo hacer el enorme sacrificio dar un paso al costado en el momento oportuno, perdiendo la posibilidad de volver a ser votado (Él mismo ha bromeado: “Me quieren, pero no me votan”) pero ganándose el respeto unánime de una sociedad que lo constituyó en patriarca y modelo.

Finalmente, valga una anécdota absolutamente personal que sirve para ilustrar en parte el porqué del halo casi mítico que rodea su figura.

La afición por indagar en los recovecos de nuestra historia me ha brindado la hermosa oportunidad de trabar una agradable amistad con don Miguel Unamuno, director del Archivo General de la Nación, veterano de las lides políticas, devoto yrigoyenista y peronista histórico y sanguíneo. Tuvo una dilatada actuación en el mundo gremial bancario en el que fogueó su militancia resistente convirtiéndose en el jefe del peronismo porteño con el arribo del peronismo al poder en 1973, llegando a presidir la Sala de Representantes (Así se llamaba entonces el Concejo Deliberante) y a ser Ministro de Trabajo de Isabel Perón. Aquello le valió persecución y cárcel en la dictadura militar y con el retorno democrático de 1983, fue elegido diputado nacional por la Capital Federal, debiendo por ello cumplir el rol de oposición a la presidencia de Alfonsín.

Una afección pulmonar y otras nanas de los años le dan un falso aire de fragilidad que es rápidamente disipado cuando se advierte su pícara mirada y su socarrona voz de porteño piola, avezado en las fintas de la política vernácula y por ello, poco propenso a regalar elogios, ni a amigos y ni a adversarios.

Saliendo juntos del edificio que guarda gran parte de nuestra memoria nacional y que dirige casi de modo vitalicio (desde hace casi diez años con singular destreza y habilidad) y luego de haber comentado avatares de la vida radical pasada y presente, antes de despedirse y con gesto confidente, me miró y me dijo: “Ah Barovero, que se dejen de joder los radicales con Alfonsín...¡A fin de cuentas, fue el único que nos hizo morder el polvo a los peronistas!”.

Tal vez allí radique también parte de la leyenda del hombre que celebra en estos días ocho décadas de vida, muchas de las cuales lleva gastadas al servicio honrado de las mejores causas nacionales y democráticas.


Dr. Diego Barovero





El día 2 de abril de 1968, se realizo un acto relámpago en la esquina de 7 y 50 de la Ciudad de La Plata, en el mismo munido de un megáfono conectado a la batería de un coche, el Ex Diputado Raúl Alfonsin pronuncio un vibrante discurso atacando a la dictadura militar de Ongania ante mas de un centenar de simpatizantes. Como consecuencia del mismo, antes de llegar de regreso a Chascomus fue detenido en la Seccional Primera de La Plata. Se dice que en esa Seccional su hija Mara conoció a su futuro esposo, el hijo de Alconada Aramburú, por lo que bromeaba” las cosas que hay que hacer para conseguirle candidato a las chicas”

Años antes el 17 de noviembre de 1966, a pocos meses de la caída de Illia Raúl Alfonsín es detenido, luego de haber forzado la reapertura del Comité de la Provincia de Buenos Aires – sito en Moreno 2480 de la Capital Federal.

Cuenta el ex diputado nacional Victorio Bisciotti en un libro de anécdotas junto a Raúl Alfonsin, que Chiche Canata lo había contactado con un candidato a Intendente de una localidad correntina, “La Cruz” distante a 100 Km. de Paso de Los Libres, allá por los noventa.

Fagundez, así se llamaba el candidato a Intendente, fue objeto de la visita de Raúl Alfonsin durante su campaña, en un día de un terrible tormenta, con una verdadera travesía aérea, con caminos intransitables, en medio del temporal, del frió y del barro, allí estaba dándole a una mano a Carlos Fagundez quien tiempo después gano la elección.

Tiempo después Raúl Alfonsin, el día 17 de junio de 1999, sufrió un terrible accidente automovilístico, que lo puso al borde de la muerte, iba a la lejana localidad de Ingeniero Jacobacci en el oeste de Rio Negro, a hablar en un acto. Estuvo en el Hospital Italiano entre la vida y la muerte, con el apoyo y los rezos de muchos argentinos recuperándose de 9 costillas rotas y lesiones en el pulmón.

Raúl Alfonsin se dio el lujo de reaparecer meses después en un vibrante acto en la cancha de Estudiante de La Plata.

Quizás se escribirán en estos dias líneas y líneas reivindicando su liderazgo democrático, su gestión presidencial, sus dotes de estadista, estas humildes líneas prefieren destacar al verdadero político, al apasionado dirigente, al que como nuestros mejores próceres trajino y trajina los parajes más recónditos de la patria llevando el mensaje de la Unión Cívica Radical.


FELIZ 80 AÑOS y gracias RAUL ALFONSIN, el gallego, el viejo, el mas grande.

Dr. Gustavo Aramburu

5.3.07



Un día vi pasar a la muerte
no iba a caballo
chillaba como las golondrinas alrededor de Santa María Maggiore.
Es triste una muerte así
lo digo en serio y por las duda que alguien no sepa que una muerte así es triste.
Esa muerte chillaba como un condenado
no la favorecían el bello estío, las fuentes, las mujeres que ella dejaba transitar
como calor, fuego o piedad.
La muerte esa no valía un centavo en ningún lugar del mundo.
Por empezar no era necesaria,
no tenía aventura ni coraje,
no cantaba,
no era capaz de hacer cantar,
no usaba medias azules.
Sus ojos chillaban como golondrinas cortando la tarde alrededor de Santa Mará Maggiore.
Lo digo yo que la vi.
Daba lástima o pena esa muerte a cocheros caballos suaves en la mitad del día.
Muerte sin gusto,
sola,
infeliz,
muerte vieja,
sin volar,
sin hilo en los piecitos,
chillando en la mitad de la plaza. Cuando terminó de pasar tuve miedo,
no quiero ver nunca más a esa muerte,
de todo corazón no quiero verla nunca más,
especialmente el día de mi muerte.

Juan Gelman.


Ilustración de Carlos Gorriarena, www.losderechoshumanos.com.ar/gorri.htm