Por JUAN CARLOS DE PABLO
En uno de sus inolvidables monólogos dominicales, Tato Bores contó la siguiente historia. Un señor entra en un negocio, para comprar un cenicero. Cuando pregunta el precio, el vendedor le responde: $ 20. ¿Cómo, si enfrente lo venden a $ 15? Entonces vaya a comprarlo enfrente. Lo que ocurre es que enfrente se terminaron. Esta última afirmación generó la siguiente, antológica, respuesta: "aquí, cuando se terminen, también los vamos a vender a $ 15".
Bores, o quien le escribía los libretos, sabía lo que se empecinan en ignorar los funcionarios, y quienes siguen basando sus análisis en la estimación del inflación que mensualmente publica el INDEC: que el del gasoil es el precio al cual se consigue combustible, no el numerito que figura en los surtidores que, cada vez con mayor frecuencia, aparecen con las mangueras cruzadas.
El otro día un par de distinguidos empresarios locales le pidió "racionalidad" a los hogares en el consumo de energía, porque si estos demandan energía de manera irracional, las industrias y los comercios sufrirán cortes, o sustitución por fuentes de energía más caras, y se pondrá en peligro la continuación del crecimiento "a tasas chinas".
Flor de problema tenemos todos los profesores de economía, o al menos quienes enseñamos que el ser humano adopta sus decisiones en base a los beneficios y costos que enfrenta. Porque en un país donde a los hogares se les regala la energía, el gas, etc., ¿qué tiene de irracional no cuidarlos, como si fueran escasos y valiosos? Irracional sería apagar la luz.
Como irracional sería no seguir andando en autos nafteros, lo más campantes, por la Argentina. Por si no lo sabe, le cuento que en nuestro país las estaciones de servicios venden… impuestos, ya que en el caso de la nafta mucho más de la mitad del precio que usted paga, no queda en manos de los extractores y destiladores de petróleo, o en las de los expendedores de nafta, sino que va a las arcas públicas. Mientras estamos detenidos comprando impuestos, meten un líquido en el tanque de combustible, para que podamos ir hasta el próximo surtidor, a seguir comprando… impuestos.
Pues bien, a pesar del fuerte componente impositivo, la nafta cuesta en Argentina la mitad de lo que sale en los países limítrofes, y menos de la mitad de lo que cuesta en muchos países del mundo. ¿Es que los argentinos somos unos genios, y los extranjeros idiotas, o que "algo" está ocurriendo?
Siguiendo con la racionalidad y la irracionalidad, ¿qué tiene de irracional que los porteros limpien las veredas empujando las hojas con el chorro de agua potable que sale de las mangueras, si ellos no pagan los costos de potabilizar y distribuir la increíble cantidad que gastan de esa manera? Si se le duplicara el salario al portero de un edificio, pero se le instalara un medidor de consumo de agua en la canilla que utiliza para limpiar la vereda, sin dictar ningún curso de economía, al otro día se lo vería barrer la vereda.
Volvamos al gasoil. Como bien explicó el economista Fernando Navajas, si el problema es un faltante de gas, hay que explorar, hay que extraer, y encima hay que instalar un gasoducto. Tarea que se mide en años. Pero en el caso del gasoil, el producto se transporta en barcos que hay, se carga y descarga en puertos que hay, y se distribuye a través de un sistema que existe. La cuestión es de precio.
Me explicaron que de determinada cantidad y calidad de petróleo, vía destilación, salen proporciones aproximadamente fijas de nafta, gasoil, etc. De la misma manera que cuando se faena una vaca, salen proporciones aproximadamente fijas de lomo, carnaza cuadrada y nalga. ¿Cómo se igualan las proporciones en que aparece la oferta, con la estructura de la demanda? En el caso de la vaca, y parafraseando al recientemente desaparecido Fernando Siro, con la correspondiente estructura de precios. En sus palabras: "No hay que coimear al carnicero para que te dé lomo en vez de nalga; sólo hay que pagar más".
En Argentina, durante mucho tiempo, la estructura de precios de los combustibles generó exportación de nafta e importación de gasoil. Hoy, "gracias" a los controles internos de precios y a los derechos de exportación, es un gran negocio exportar la nafta que sobra, y es un pésimo negocio importar el gasoil que falta. Y a los empresarios del sector, igual que a usted y a mí, no les gusta perder dinero. El Gobierno acaba de disponer que para exportar nafta hay que pedir autorización. Supongo que dicha autorización estará sujeta al compromiso de importar gasoil. ¿Qué hacen quienes no exportan nafta, porque no destilan en Argentina?
Queda para los historiadores económicos repasar las medidas adoptadas, por Duhalde primero, por el actual gobierno después, en materia energética. Me anticipo a decir que las van a calificar de barbaridades… sin tener en cuenta el aumento del precio internacional de los combustibles. Con dicho aumento, ni hablar.
Pero esto, como digo, queda para los historiadores económicos. Porque quien tiene una responsabilidad ejecutiva tiene, primero y principal, que enfrentar la realidad como es, en parte heredada en buena medida generada. Y esto quiere decir actuar sobre los precios, de manera creíble.
Dejarle a Shell vender el nuevo gasoil al precio que anunció, implicaría una caída en el precio, porque según parece en el mercado negro, donde hay, hoy el producto se está comercializando a precios superiores. Junto a lo cual tiene que tener sentido importar gasoil, para lo cual el precio tiene que reflejar el costo de adquirirlo, el costo de importarlo, etc. ¿No quiere el Gobierno que el precio del gasoil se "entere" de todo esto? Tendrá que inventar un nuevo subsidio… mientras lo pueda financiar.
O inventamos un nuevo modelo de desarrollo, por el cual la actividad económica puede seguir creciendo "a tasas chinas" sin usar combustibles, o –como lo sospecha todo el mundo- estamos en problemas. Que se comenzarán a solucionar el día que las autoridades, sin decir nada, empiecen a desandar el berenjenal en el que se metieron.
En uno de sus inolvidables monólogos dominicales, Tato Bores contó la siguiente historia. Un señor entra en un negocio, para comprar un cenicero. Cuando pregunta el precio, el vendedor le responde: $ 20. ¿Cómo, si enfrente lo venden a $ 15? Entonces vaya a comprarlo enfrente. Lo que ocurre es que enfrente se terminaron. Esta última afirmación generó la siguiente, antológica, respuesta: "aquí, cuando se terminen, también los vamos a vender a $ 15".
Bores, o quien le escribía los libretos, sabía lo que se empecinan en ignorar los funcionarios, y quienes siguen basando sus análisis en la estimación del inflación que mensualmente publica el INDEC: que el del gasoil es el precio al cual se consigue combustible, no el numerito que figura en los surtidores que, cada vez con mayor frecuencia, aparecen con las mangueras cruzadas.
El otro día un par de distinguidos empresarios locales le pidió "racionalidad" a los hogares en el consumo de energía, porque si estos demandan energía de manera irracional, las industrias y los comercios sufrirán cortes, o sustitución por fuentes de energía más caras, y se pondrá en peligro la continuación del crecimiento "a tasas chinas".
Flor de problema tenemos todos los profesores de economía, o al menos quienes enseñamos que el ser humano adopta sus decisiones en base a los beneficios y costos que enfrenta. Porque en un país donde a los hogares se les regala la energía, el gas, etc., ¿qué tiene de irracional no cuidarlos, como si fueran escasos y valiosos? Irracional sería apagar la luz.
Como irracional sería no seguir andando en autos nafteros, lo más campantes, por la Argentina. Por si no lo sabe, le cuento que en nuestro país las estaciones de servicios venden… impuestos, ya que en el caso de la nafta mucho más de la mitad del precio que usted paga, no queda en manos de los extractores y destiladores de petróleo, o en las de los expendedores de nafta, sino que va a las arcas públicas. Mientras estamos detenidos comprando impuestos, meten un líquido en el tanque de combustible, para que podamos ir hasta el próximo surtidor, a seguir comprando… impuestos.
Pues bien, a pesar del fuerte componente impositivo, la nafta cuesta en Argentina la mitad de lo que sale en los países limítrofes, y menos de la mitad de lo que cuesta en muchos países del mundo. ¿Es que los argentinos somos unos genios, y los extranjeros idiotas, o que "algo" está ocurriendo?
Siguiendo con la racionalidad y la irracionalidad, ¿qué tiene de irracional que los porteros limpien las veredas empujando las hojas con el chorro de agua potable que sale de las mangueras, si ellos no pagan los costos de potabilizar y distribuir la increíble cantidad que gastan de esa manera? Si se le duplicara el salario al portero de un edificio, pero se le instalara un medidor de consumo de agua en la canilla que utiliza para limpiar la vereda, sin dictar ningún curso de economía, al otro día se lo vería barrer la vereda.
Volvamos al gasoil. Como bien explicó el economista Fernando Navajas, si el problema es un faltante de gas, hay que explorar, hay que extraer, y encima hay que instalar un gasoducto. Tarea que se mide en años. Pero en el caso del gasoil, el producto se transporta en barcos que hay, se carga y descarga en puertos que hay, y se distribuye a través de un sistema que existe. La cuestión es de precio.
Me explicaron que de determinada cantidad y calidad de petróleo, vía destilación, salen proporciones aproximadamente fijas de nafta, gasoil, etc. De la misma manera que cuando se faena una vaca, salen proporciones aproximadamente fijas de lomo, carnaza cuadrada y nalga. ¿Cómo se igualan las proporciones en que aparece la oferta, con la estructura de la demanda? En el caso de la vaca, y parafraseando al recientemente desaparecido Fernando Siro, con la correspondiente estructura de precios. En sus palabras: "No hay que coimear al carnicero para que te dé lomo en vez de nalga; sólo hay que pagar más".
En Argentina, durante mucho tiempo, la estructura de precios de los combustibles generó exportación de nafta e importación de gasoil. Hoy, "gracias" a los controles internos de precios y a los derechos de exportación, es un gran negocio exportar la nafta que sobra, y es un pésimo negocio importar el gasoil que falta. Y a los empresarios del sector, igual que a usted y a mí, no les gusta perder dinero. El Gobierno acaba de disponer que para exportar nafta hay que pedir autorización. Supongo que dicha autorización estará sujeta al compromiso de importar gasoil. ¿Qué hacen quienes no exportan nafta, porque no destilan en Argentina?
Queda para los historiadores económicos repasar las medidas adoptadas, por Duhalde primero, por el actual gobierno después, en materia energética. Me anticipo a decir que las van a calificar de barbaridades… sin tener en cuenta el aumento del precio internacional de los combustibles. Con dicho aumento, ni hablar.
Pero esto, como digo, queda para los historiadores económicos. Porque quien tiene una responsabilidad ejecutiva tiene, primero y principal, que enfrentar la realidad como es, en parte heredada en buena medida generada. Y esto quiere decir actuar sobre los precios, de manera creíble.
Dejarle a Shell vender el nuevo gasoil al precio que anunció, implicaría una caída en el precio, porque según parece en el mercado negro, donde hay, hoy el producto se está comercializando a precios superiores. Junto a lo cual tiene que tener sentido importar gasoil, para lo cual el precio tiene que reflejar el costo de adquirirlo, el costo de importarlo, etc. ¿No quiere el Gobierno que el precio del gasoil se "entere" de todo esto? Tendrá que inventar un nuevo subsidio… mientras lo pueda financiar.
O inventamos un nuevo modelo de desarrollo, por el cual la actividad económica puede seguir creciendo "a tasas chinas" sin usar combustibles, o –como lo sospecha todo el mundo- estamos en problemas. Que se comenzarán a solucionar el día que las autoridades, sin decir nada, empiecen a desandar el berenjenal en el que se metieron.
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