19.3.06

Exilio Intelectual como Resistencia Política contra el Terrorismo de Estado

Por EDUARDO R. SAGUIER

1. El Exilio Intelectual como Resistencia Política contra el Terrorismo de Estado.

Con respecto al exilio, sabido es que este es tan antiguo como la historia humana, pues se dio en toda época y lugar, y en Argentina en especial, se dio en tiempos de Rosas (1836-52), muy luego en tiempos de Quintana (1905), de Uriburu (1930-1931), y en tiempos de la Revolución de 1943 y su prolongación durante el gobierno de Perón (1946-55), también a partir de la revolución que lo derrocara en 1955, así como en tiempos de la autodenominada Revolución Argentina (1966-72). Pero tambien es cierto que no todos los exilios fueron de igual entidad o ponderacion, pues en la historia de la humanidad se dieron diversos tipos de exilios, los internos y los externos, los puramente económicos conocidos como mera emigración, y los exclusivamente políticos y también los estrictamente intelectuales.
Con referencia al exilio externo experimentado durante el régimen autoritario-terrorista argentino (1976-1983), prolongación aumentada de un previo exilio puramente académico (1966-72), desde hace tiempo me vengo preguntando ¿por qué no se ha continuado una investigación a propósito del mismo? Saúl Sosnowski, quien organizara en diciembre de 1984 un Coloquio de intelectuales argentinos en la Universidad de Maryland (EE.UU.), del que participaron, entre otros, León Rozitchner, Tomás Eloy Martínez, Noé Jitrik, Tulio Halperín Donghi, Beatriz Sarlo, José Pablo Feinmann, Liliana Hecker, Luis Gregorich, Kive Staiff y Juan Carlos Martini, relató más luego --en la compilación publicada en 1988-- sus recuerdos de dicha reunion: “El clima fue tenso ya, antes de la inauguración. Se perfilaban estrategias de enfrentamiento y distensión; acusaciones por denuncias y silencios, por permanencias y desplazamientos geográficos...". La misma distribución de los invitados y su diferente composición y contenidos en cinco mesas distintas reveló las amistades y las rivalidades existentes. Halperín aceptó integrar la mesa I denominada "Contextos" solo con Solari Yrigoyen y con Peralta Ramos. Y Kive Staiff y Kovadloff aceptaron integrar la mesa V titulada "Proceso de debate y reconstruccion" solo con Luis Gregorich y con Solari Yrigoyen. Solo en las otras tres mesas hubo algun asomo de debate teniendo en cuenta la rivalidad ideológica de sus integrantes.
No obstante los esfuerzos de aquel Coloquio por iniciar una discusión enriquecedora, Sosnowski se lamentó que en los años que siguieron a esa reunión “...no hubo, no se pudo o no se quiso hacer” un análisis riguroso de lo acaecido en el campo intelectual. “Más bien parecía que se anhelara que el `tema’ –como tantos otros– cubriera una fugaz trayectoria y `desapareciera’ entre las constelaciones retóricas de las tareas por realizar `para una plena reconstrucción nacional’. No parecía haber tiempo para reflexionar.”.
A los fines de responder al desafío formulado hace un par de décadas por Sosnowski, y a semejanza de los numerosos debates y discusiones ocurridos en Francia y Alemania después de la Guerra acerca de la responsabilidad de los intelectuales por la ocupacion y el genocidio (Kampe, 1985; y Lottman, 1998), e ignorando si algún otro colega haya hecho alguna contribución con referencia al caso argentino, cabría entonces preguntarse, ¿cuales fueron esas denuncias y esos silencios?, ¿cuales las permanencias y cuales los desplazamientos geográficos cuestionados? El texto de León Rozitchner se destacó por su crítica a Rodolfo Puiggrós y la interpretación de la "desaparición" de su hijo. En cuanto al texto de Hecker, era harto conocido por su polémica con Cortázar. El de Gregorich, para ese entonces Director de EUDEBA, se destacó también por lo que significó haber dirigido durante la dictadura el semanario cultural del diario La Opinión. Pero es más patético aún por culpa de un artículo suyo que se volvió amargamente célebre, titulado “La literatura dividida”, publicado en el diario Clarín cuando dirigía la página internacional del mismo, donde establecía con una impronta entre irónica y satírica una mera distinción geográfica entre los escritores que se quedaron, pertenecientes al llamado exilio interno, y aquellos otros que se fueron de la Argentina durante la dictadura militar. A diferencia de la distinción meramente espacial formulada por Gregorich, el historiador Osvaldo Bayer ensayó en dicho Coloquio una divisoria de aguas fundada en las "marcas dejadas por la dictadura". En su cruda ponencia, Bayer rememora los grados de preferencia, la esquizofrenia, las formas de represión cultural, la interpretación de la violencia, la campaña publicitaria dictatorial, los slogans televisivos, etc..
Pero sin duda, la ponencia que más intrigas y suspicacias despertaba era la de Gregorich, debido a los rencores y resquemores que su artículo en Clarín habían sembrado. En su ponencia y participación, Gregorich buscó afanosamente aclarar el "malentendido" aduciendo cínicamente que esa división estaba pensada para "desorientar" a los censores, pero que en realidad encubría el deseo de resaltar la presencia de escritores en el exilio (o desa-parecidos), tales como Puig, Viñas, Constantini, Conti, Walsh, Di Benedetto, y Tizón. En réplica indirecta al novelista Juan Carlos Martini, presente en el Coloquio, Gregorich argumentó: "...nadie parece haber descifrado su sentido obvio y ostensible: la reinvindicación de la tradición crítica de la literatura argentina, la recuperacion de un espacio en que la literatura se compromete con la realidad política y social”. Pero la pretendida "aclaración" sonaba a excusa tardía y no hizo mas que ahondar las sospechas y los recelos hacia la conciencia moral de cierto "exilio interno" por parte de los demás colegas del Coloquio.
Era difícil descifrar el sentido de un texto, cuando el mismo estaba preñado de una ironía agraviante hacia quienes habían optado por el camino del exilio. También era difícil percibir la supuesta "reivindicación de la tradición crítica" argentina en un pasaje contaminado de una socarrona mordacidad hacia los proscriptos.
"...¿Qué será ahora, qué está siendo ya de los que se fueron? Separados de las fuentes de su arte, cada vez menos protegidos por ideologías omnicomprensivas, enfrentados a un mundo que ofrece pocas esperanzas heroicas, ¿qué harán, cómo escribirán los que no escuchan las
voces de su pueblo ni respiran sus penas y alivios? Puede pronosticarse que pasarán de la indignación a la melancolía, de la desesperación a la nostalgia, y que sus libros sufrirán inexorablemente, una vez agotado el tesoro de la memoria, por un alejamiento cada vez menos tolerable. Sus textos, desprovistos de lectores y de sentido, recorrerán un arco que empezará elevándose en el orgullo y la certeza y que terminará abatido en la insignificancia y la duda".
Cuesta entonces poder dar crédito a la íronía de este párrafo, producto de una conciencia moral envenenada, lindante al más bajo de los colaboracionismos con el terrorismo de estado, máxime cuando las expatriaciones fueron forzadas por las amenazas y los peligros de cárcel o muerte, distando por mucho de ser meras emigraciones. Son correctas, de acuerdo con Sloterdijk (2003), "...las huidas, pues con ellas se rechaza un ánimo estúpido y porque solamente los locos se consumen en luchas sin esperanza". Si bien a diferencia de la antigüedad remota, en que el destierro era considerado una de las máximas desdichas, al extremo que Sócrates prefirió beber de la cicuta, en la modernidad tardía fue estimado como una bendición --no solo por los aires de libertad que garantizaban, sino esencialmente por la seguridad que significaban para la propia vida-- aunque pese a ello la experiencia no dejaba de ser dolorosa. El gran poeta Heine emigró a París en 1831 "...para respirar el aire ciudadano que hacia libre ´Me fui porque tenía que irme´". Conozco el caso de muchos colegas que carecían de "ideologías omnicomprensivas", por su conocida militancia social-demócrata, pero cuya permanencia en Argentina se había hecho insostenible, por cuanto sus prontuarios policiales y sus amistades en la izquierda los habían marcado inevitablemente. Como consecuencia de ello sufrieron amenazas y en algunos casos simulacros de secuestro a partir de los cuales aceleraron su partida al exilio.
Pero también debo señalar que los exilios difieren mucho entre sí, no solo por la condición social y profesional del exilado, sino también por su pertenencia o no a un aparato político solidario con su desgracia, por el lugar geográfico donde tuvo en suerte recalar, y por la intensidad de la resistencia político-cultural practicada durante el mismo. Una cosa es exilarse con un diploma y un curriculum en su haber, y otra muy distinta hacerlo con una mano atrás y otra adelante. Y una cosa es exilarse con el apoyo de una estructura partidaria nacional y/o internacional y otra muy distinta es hacerlo individualmente a lo líbero. En su primer y breve exilio en Chile, durante la dictadura de Ongania, en su condicion de meros estudiantes sin beca, los exilados de marras pasaron las mil y una. Pero en su segundo exilio, con Videla y Cia., al contar con ciertos antecedentes y recomendaciones académicas pudieron zarpar con becas en sus alforjas. En cuanto al lugar geográfico, para un sudamericano, en especial uno del Cono Sur, el exilio en Europa o Mexico es una bendicion comparado con uno en Australia, en el Medio Oeste norteamericano, o en los países escandinavos.
Y, por ultimo, una cosa es exilarse y luego hundirse en el mutismo y la contemplación, y otra muy distinta es exilarse preservando un espíritu contestatario y solidario para con los que se quedaron sufriendo en el solar nativo. ¿Cuál es la responsabilidad y las virtudes éticas de una elite intelectual exilada en tiempos sombríos? ¿no es acaso ser fiel al mandato de su conciencia moral, sin el cual "...no se podría resistir el poder corruptor de las instituciones"?

PUBLICADO EN SAGUIER, EDUARDO: "UN DEBATE INCONCLUSO EN AMÉRICA LATINA", tomo I, capítulo 10. Ver capítulo entero con sus respectivas notas.

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