Por Horacio Verbitsky
La alegría por la reaparición del testigo Gerez no debería diluir el análisis de las deficiencias puestas de manifiesto en la investigación de su secuestro y en el diseño de los juicios pendientes, y el vínculo que estas cuestiones tienen con el debate público sobre la seguridad ciudadana. Kirchner marcó un punto de inflexión ante el chantaje de los reconciliadores a palos. Pero la voluntad política debe complementarse con las necesarias medidas de organización.
La aparición del testigo Luis Gerez, golpeado pero vivo, es la mejor noticia posible en un fin de año que había adquirido tintes sombríos. Harán falta más conocimientos de los disponibles en estas primeras horas posteriores a su liberación para determinar si la insistencia oficial en vincular el desenlace feliz con el discurso del presidente Néstor Kirchner tiene otro sustento que el triunfalismo usual en la competencia política argentina. Pero no hace falta esperar más tiempo para advertir que la actitud presidencial marcó un punto de inflexión respecto del modo de tratar con quienes intentan impedir el castigo por los crímenes de la peor dictadura de la historia y con aquellos que creen posible reproducir en democracia las prácticas perversas de entonces. No obstante, es imprescindible analizar lo sucedido en un contexto más amplio y no diluir en la alegría por la conclusión del episodio las deficiencias puestas de manifiesto en su investigación y en el diseño de los juicios pendientes, y el vínculo que estas cuestiones tienen con el debate público sobre la seguridad ciudadana.
Killer serial de la dictadura, el comisario Luis Abelardo Patti siguió torturando después, con la complicidad de los sectores políticos. En 1990 el juez Raúl Borrino lo detuvo por picanear a dos acusados de un robo. El presidente Carlos Memen hizo su público elogio porque dijo que había limpiado de delincuentes su zona. El gobernador Antonio Cafiero y su ministro de gobierno José María Díaz Bancalari enviaron al jefe de policía, comisario Osvaldo Somohano, a llevarle la solidaridad oficial en su lugar de detención. Los habitantes de los countries tomaron por asalto el despacho de Borrino y con ese pretexto
El de Gerez no constituye un caso aislado. Forma parte de una serie de episodios de características e intención similares. El secuestro de Jorge Julio López hace cien días; el presunto suicidio del testigo clave correntino Albino Montecucco, ex agente civil de la inteligencia del Ejército que apareció ahorcado el mismo día en que debía declarar en Paso de los Libres; la paliza a otro testigo que ya había declarado en la misma causa, Carlos Lozada, frente a la ex sede militar en que fue torturado hace tres décadas; y el secuestro durante dos semanas en Venado Tuerto de Héctor Darío Bustos, a quien le quemaron una svástica con cigarrillos en el pecho, son algunos de los más recientes. Esta Semana Santa en cuotas procura quebrar la voluntad estatal para continuar con esas investigaciones y obtener alguna forma de impunidad, de facto o de iure. Con todas las letras lo dijo en un editorial el diario
El fantasma de Alfonsín
La experiencia del ex presidente Raúl Alfonsín es aleccionadora: había hecho del juicio a los represores de la dictadura el eje de su discurso de recuperación de la juridicidad democrática e incluso al comenzar el alzamiento de 1987 dijo que no negociaría con los rebeldes porque todos los ciudadanos eran iguales ante la ley y nadie escaparía a la acción de la justicia. Por eso cuando impulsó la ley de obediencia debida no sólo se interrumpieron los juicios. También sepultó su ilusión de un tercer movimiento histórico superador de radicalismo y peronismo y decretó el principio del fin de su gobierno.
El viernes Kirchner dijo que él no se dejaría intimidar como su antecesor radical. El contexto nacional e internacional y la reforma constitucional de 1994 (declaró insanablemente nulos los golpes de Estado e infames traidores a
Morir inocente
Pero aun sin una ley protectora, para los fines de quienes no se resignan a la justicia bastaría que los procesos se estancaran por falta de impulso de querellantes y fiscales o de acción de los jueces, amedrentados por la represalia. Lo sucedido en Chile con Pinochet es un buen ejemplo: el dictador murió inocente, porque nunca fue condenado, y hasta recibió honras fúnebres como ex comandante en jefe del Ejército. En
No hay tu tía
Hace cien días, cuando desapareció Jorge Julio López, sus familiares pensaban que se había ido a casa de algún amigo o pariente y dijeron que ya se había alejado otras veces. El ministro del Interior opinó que podía estar en casa de una tía (probabilidad baja: López tiene 78 años). Y una vieja conocida de López sembró dudas sobre su personalidad desde la sala de prensa de
Respuesta institucional
Se entiende: las viejas estructuras de inteligencia no han sido purgadas de cuadros comprometidos en prácticas incompatibles con la convivencia democrática y las nuevas no terminan de crearse. Kirchner ha mostrado decisión de conducir a las Fuerzas Armadas y ha encontrado en Nilda Garré una colaboradora eficaz. También dejó claro que no teme a quienes reivindican los métodos de la dictadura. Pero eso no basta. También es precisa una respuesta institucional a estos casos que, con baja intensidad de riesgo para sus autores, producen un efecto de desgaste y temor entre querellantes, testigos, fiscales y jueces. En ese terreno la respuesta estatal ha sido deficiente.
Hace cien días, cuando se divulgó el legajo de Juan José Alvarez como agente de
El gobierno ha designado allí a dos pingüinos de confianza, el secretario Héctor Icazuriaga y el subsecretario José Larcher. Pero debajo de ellos se perpetúan las estructuras históricas. El libro publicado este año por el periodista Gerardo Young, SIDE.
Protección
Kirchner pidió en su discurso que los testigos aceptaran la protección que les ofrecía y que Gerez había rechazado. Son muchos quienes no se sienten protegidos por una fuerza policial en la que todavía permanecen miles de hombres que actuaron en aquellos años. El relato del concejal Hugo Cantero, cuya presencia reclamó Gerez al recuperar la libertad, es elocuente: cuando un patrullero llegó a su casa para trasladarlo hasta el lugar donde estaba su compañero, pensó que venían a secuestrarlo también a él.
Además, para custodiar a unos cinco mil testigos durante todas las horas del día, se necesitarían quince mil efectivos, es decir un tercio de la fuerza total de la bonaerense y bastante más que el número de hombres que tiene en la calle en cualquier hora del día. La imposibilidad fáctica es evidente. Pero hay otros modos de protección y contención a los testigos, que requieren una coordinación de esfuerzos de distintos organismos oficiales. Hasta el día de hoy no existe una Autoridad Unica responsable, con capacidad operativa y de decisión, para resolver las demandas de seguridad y psicológicas de las personas vinculadas a los juicios en todo el país, que actúe en forma coordinada con las autoridades judiciales de las distintas jurisdicciones y fortalezca la capacidad estatal de búsqueda de información confiable sobre las situaciones amenazantes que puedan enfrentar los testigos.
Si los secuestros buscan instalar la idea de que hacer justicia tiene consecuencias insoportables, de modo que la única solución sea la impunidad, acelerar los procedimientos para que haya condenas en juicio y no sólo arrestos preventivos, es otra forma de protección a querellantes, testigos, fiscales y jueces. Desde el secuestro de López, el CELS ha sugerido a distintas autoridades judiciales y del ministerio público que una planificación estratégica de los juicios permitiría acortar el lapso de instrucción de modo que la mayor cantidad de testimonios se concentrara en la audiencia oral. Repetir varias veces la misma historia padecida, porque los casos no se agrupan por centro clandestino y cada desaparición, tortura o ejecución ilegal se consideran como un hecho aislado, desgasta a los testigos y multiplica su exposición, con el consiguiente peligro. También es imprescindible una acción decidida que impida a
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