24.2.05

América Latina no existe, según Cabrera Infante

Guillermo Cabrera Infante es, desde hace tiempo, uno de los nombres dorados del panteón literario hispanoamericano. Su novela Tres tristes tigres, publicada a mediados de los años sesenta, lo convirtió en un escritor imprescindible para entender el ritmo cotidiano de su Cuba natal y, de modo más general, para descifrar buena parte de las particularidades ficcionales del continente.

En 1997, el autor de Vista del amanecer en el trópico obtuvo su consagración definitiva al recibir el prestigioso Premio Cervantes. Amante del cine y la literatura por partes iguales, es su perfil político, a veces contradictorio, el que termina de esbozar las características propias del personaje que él mismo se encargó de delinear. En pocos días, el 22 de este mes, Cabrera Infante cumplirá 72 años. Una vez más, festejará su aniversario en Londres, ciudad en la que vive desde 1965, cuando decidió abandonar la isla luego de enfrentarse públicamente con el gobierno y la figura de Fidel Castro. El exilio, un tema que volvió a cobrar espesor en la Argentina desesperanzada de principios de este siglo, es para él una cuestión ontológica. "Cuando regrese a Cuba, si regreso, seguiré siendo un exiliado", asegura.

Hijo de una pareja de activos militantes del Partido Comunista Cubano, se mudó de Gibara a La Habana a los 12 años. Ya en la capital, firmaba sus reseñas cinematográficas con el nombre de G. Caín para burlar a los censores del dictador Fulgencio Batista. Años más tarde, participó en las políticas culturales durante el primer lustro del gobierno de Castro, pero se opuso luego al régimen comunista y se asentó definitivamente en las tierras de Lawrence y Orwell.


-¿Qué noticias tiene sobre la crisis socioeconómica e institucional que vive actualmente nuestro país?

-Todas las noticias que trae la TV sobre las crisis son alarmantes. La crisis de una nación tan grande, con tanta riqueza natural, con gente que creía en la civilización, se explica solamente por la intervención del general Perón. Fue un fascista y un demagogo que creó a Evita, una demagoga populista: después de ellos vino el diluvio peronista. Las inundaciones de ahora no son más que efectos de aquella causa. Mientras en la Argentina el peronismo sea una fuerza política y, para algunos, histórica;mientras no sea extirpada esa malevolencia como lo fue el nazismo después del suicidio de Hitler; mientras la sombra de Perón o de Evita sean como el fantasma que fue el comunismo; cuando LA NACION sea de veras democrática y no se elijan presidentes por decreto seudoparlamentario; cuando los argentinos aprendan que además de cacerolas tienen voz y voto para expulsar a todoslos mercaderes del templo de LA NACION, de la historia argentina y de la política autoritaria que la rige todavía; mientras no ocurran estos cambios en el alma argentina, no habrá democracia justa y justiciera, al revés, precisamente, del justicialismo.


-La clase política argentina ha sido duramente cuestionada. En un artículo periodístico, Mario Vargas Llosa sostiene que usted coincidiría con la siguiente frase de Borges:"La política es una de las formas del tedio". ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

-Borges no es sólo un gran escritor, sino el escritor más importante de la literatura en español desde la muerte de Calderón en 1681. Además, siempre estuvo en lo cierto, hasta en sus errores. Como lo vio bien Adolfo Bioy Casares, es el único ejemplo posible.


-¿Cómo interpreta a aquellos que lo siguen criticando por su posición anticastrista?

-Aún hay admiradores de Hitler y gente que todavía cree en Stalin. Ya lo dijo Orwell: "No hay que vivir en un país totalitario para ser totalitario". Un escritor español me llamó el Anticastro. Ese nombre es para mí un timbre de honor, aunque sea un apelativo controlado.


-¿Cambió en algo la política de Fidel Castro en los últimos tiempos?En otras palabras, ¿volverá a Cuba algún día?

-Los chinos creen en el dragón aun en sus diversas versiones. Además, declaran que lo más peligroso del dragón es su cola. Volvería a Cuba desaparecido el dragón, muerto aun de muerte natural. Pero, ya lo he dicho, no en el primer avión.


-¿Cuál es su versión del boom?

-El boom como título, nombre o mero ruido de tripas, fue emitido por Emir Rodríguez Monegal desde su revista Mundo Nuevo, en 1967, en París. Después fue recogido por el semanario Primera Plana y finalmente adoptado por muchos como un paréntesis histórico conveniente para abarcar a muchos autores (los autores primero) y muchos libros(los libros después, para que el lector no se espante ante la explosión que se convirtió en explotación).


-La crítica y el público asocian su nombre al grupo de escritores latinoamericanos que cobró fama durante los años sesenta, aunque usted ha rechazado toda filiación con el movimiento.

-Nunca formé parte del Club Boom porque era una institución creada en Londres a semejanza de los clubes de caballeros. Esta vez literarios; esta vez no demasiado numerosos; esta vez, como un club más, cerrado a todas las admisiones, léase misiones, que no estuvieran de moda: la literatura latinomericana, la revolución cubana, la hagiografía de los nombres. La respuesta a la pregunta en concreto apareció en mi libro Mea Cuba, pero antes fue publicada en forma de entrevista en Primera Plana, el 30 de julio de 1968. La certeza o la fijeza de mis opiniones de entonces pueden ser cotejadas o contrariadas con mis respuestas de ahora.


-Carlos Fuentes habla de un boomerang actual que continuaría al boom de los años sesenta. ¿Cree usted que existe actualmente una camada de escritores representativos del continente? En repetidas ocasiones, usted ha dicho que no existe América latina como unidad...

-Recuerde que "camada", según el Diccionario de la Lengua Española quiere decir "cuadrilla de ladrones o de pícaros". Si se refiere a generaciones literarias, recuerde que las generaciones van y vienen, pero la literatura siempre permanece. Por otro lado, no soy un ciudadano de América latina porque ese continente no tiene contenido. Es, como Erewhon, el anagrama de nowhere, o como Utopía, ambos conceptos inventados en Inglaterra, que literalmente nombran el lugar que no existe. América latina no ha existido nunca. Se trata de un continente (y medio) donde no se hablan solamente lenguas romances, como en las regiones de América donde se habla guaraní, quechua y hasta papiamento. Este desdichado mote, Latinoamérica, sólo crea confusión, ignorancia y racismo. Las pretensiones de ser latinoamericano (latin, en Estados Unidos) corren parejas con la usurpación de identidad. Aunque concedo renuente que abundan los "latinoamericanos profesionales".


-Suele mencionar a Borges, Bioy Casares y Manuel Puig entre sus influencias. ¿Cuál es la importancia de la literatura argentina en su formación?

-Desde que empecé a leer literatura como un arte posible pude distinguir a la literatura argentina como la más creadora de América del Sur. No sólo sus escritores, sino también sus traductores fueron para mí una fuente lejana pero próxima. No sólo Borges traduciendo la primera novela de Faulkner que leí, sino los humildes y casi anónimos traductores de Joyce, de Hemingway, de otras novelas de Faulkner, de los cuentos maestros de Erskine Caldwell. Mi Ulises fue argentino cuando lo leí en 1946. Leí God«s Little Acre, de Caldwell, cuando fue La chacrita de Dios. Yo hubiera escrito finca, pero entendí perfectamente lo que quería decir "chacra". Los regionalismos no me impiden la lectura, creo que la enriquecen.


-Vargas Llosa aseguró que "el humor, el juego verbal, el cine, una nostalgia por una ciudad que tal vez nunca existió" son los ingredientes principales de la obra de Guillermo Cabrera Infante. ¿Considera que esa lista olvida algún otro elemento?

-Oh sí, el amor. Y el amor por la verdad. Recuerde que Veritas vos libertabit (la verdad nos libera).


-Hace ya varios años que trabaja en La ninfa inconstante. ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en terminarla? Usted hablaba de una "metafísica política" que le impedía continuar con su trabajo...

-El libro es una memoria que acaricio (el recuerdo, como una amante) desde hace décadas, pero lo comencé a escribir en 1995. Como siempre, tomo notas para, como dice Lewis Carroll, "no olvidarme de los momentos inolvidables". Cuando tomé el manuscrito en las manos, tenía más de 500 páginas de notas, cuando creía que tendría no más de 200. La compilación la he interrumpido por otras recopilaciones:Cine o sardina, Todo está hecho con espejos, Puro humo y, sobre todo, la reedición de Mea Cuba, que es más metafísica que física de la política.


-Considerando su pasión por el cine, ¿por qué nunca se dedicó a filmar?

-Fue el inolvidable Manuel Puig quien dijo: "Delante de la pantalla, todo. Detrás de la pantalla, nada". Ese es también mi lema.

-Si usted estuviese a cargo de la realización de una película sobre su propia vida, ¿a quién elegiría como director y a quién como protagonista?

-Entre mis muchas manías, recuerde que el psiquiatra me diagnosticó como maníaco-depresivo, no está, afortunadamente, la megalomanía.

Entrevista de Ignacio Buquete, publicada en La Nación, Buenos Aires, 7 de abril 2002.

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