24.2.05

Elpidio González, el asceta de la política


Por Diego Barovero

Los memoriosos recuerdan aún esa figura casi patriarcal, pequeña y encorvada, de larga y canosa barba, que parecía de esos ancianos del Antiguo Testamento y que con su valija de corredor de anilinas recorría la ciudad para ganarse dignamente el pan.

Era frecuente encontrarlo en la Avenida de Mayo y Chacabuco, en la desaparecida Confitería "La Victoria" saboreando una cerveza tirada en un alto de su actividad de corretaje.
Se llamaba Elpidio González y era una leyenda política. Había tenido una diltada trayectoria política y había sido uno de los protagonistas principales de los tres lustros de gobiernos radicales y había pagado caro su lealtad a la República y a su partido durante la llamada Década Infame.
Elpidio González nació en Rosario el 1 de agosto de 1875 y era hijo del coronel Domingo González y Serafina González. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, egresando del Colegio Nacional de Rosario con el título de bachiller. Posteriormente se trasladó junto con su madre a la ciudad de Córdoba, ingresando a la Facultad de Derecho local cursando hasta el quinto año de la carrera de abogacía sin concluirla.
De muy joven ingresó a las filas de la Unión Cívica Radical y su primera actuación relevante en el terreno político se produjo durante la revolución radical del 4 de febrero de 1905, comandando un pelotón revolucionario. Tras la derrota del movimiento, conoció por primera vez en su corta vida la cárcel por razones políticas.
Sancionada la llamada "Ley Sáenz Peña", la Convención provincial de la UCR lo proclamó candidato a gobernador de Córdoba con vistas a las elecciones de 1912. El tribuno renunció a la postulació en forma indeclinable, perfilándose ya entonces su estilo austero y ascético. Fue proclamada entonces la fórmula Amenábar Peralta-Vaca Narvaja. Elpidio, no obstante su declinación, participa activamente de la campaña electoral forjando una fuerte relación con el líder Hipólito Yrigoyen. Esa campaña radical contaba también con dos figuras emblemáticas: el payador Gabino Ezeiza y el "cura gaucho" Gabriel Brochero. Los conservadores cordobeses del Partido Demócrata derrotan a los candidatos radicales.
El 20 de marzo de 1916 se reunió la Honorable Convención Nacional de la UCR con el propósito de consagrar a los candidatos a presidente y vicepresidente de la Nación. El binomio elegido es integrado por Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna. Luego de reiteradas renuncias del caudillo, finalmente los convencionales y dirigentes partidaruios consiguen convencerlo de aceptar el estandarte radical en los primeros comicios nacionales celebrados bajo el imperio de la ley que asegura el voto universal, secreto y obligatorio.
En las elecciones celebradas el 2 de abril de 1916 triunfan los candidatos radicales, Elpidio González ha sido miembro del Colegio Electoral cordobés y en esas condiciones le corresponde el honor de sufragar por el binomio Yrigoyen-Luna. También ha resultado electo diputado nacional, pero no llega a cumplir su mandato legislativo ya que renuncia antes de 12 de octubre toda vez que Yrigoyen lo ha convocado para conducir la cartera de Guerra.
Como ministro de Guerra desarrolla una importante labor fundamentalmente de reorganización administrativa. Reunía en su condición de ministro las facultades de Inspector General del Ejécito, y además en materia de contaduría y administración dispuso que las unidades militares recibieran las raciones en especie y no el importe en efectivo del costo de las mismas, como una manera de evitar desviaciones presupuestarias.
Asimismo, dispuso la reducción de gastos del ramo unificando unidades militares, lo cual motivara una interpelación de dos días en enero de 1917 en la Cámara de Diputados en la que rindió satisfactoria cuenta de lo realziado al respecto.
Renunció al cargo ministerial en setiembre de 1918 siendo sucedido por el Dr. Julio Moreno.
El Presidente Yrigoyen lo convocó para una función de alta complejidad: la Jefatura de Policía de la Capital Federal. Era enero de 1919 y asomaba una crisis de tremendas consecuencias políticas y sociales, producto de los sucesos del 4 al 7 de ese mes, y que daría en llamarse "La Semana Trágica".
Los Talleres Metalúrgicos Vasena se encontraban en huelga y sus plantas de San Cristóbal y Nueva Pompeya se hallaban sitiadas por elementos pertenecientes a la Fderación Obrera Regional Argentina (FORA) del V° Congreso, propulsor de la violencia y la acción directa en el campo sindical.
Con el propósito de quebrar la huelga que paralizaba la actividad del establecimiento con sus consiguientes consecuencias económicas negativas, los propietarios con el apoyo de los núcleos empresarios y políticos de la reacción recurren a la contratación de personal que suplante a los huelguistas, los cuales al pretender ingresar al local son atacados a tiros por los activistas. Se desata entonces una represión feroz y los episodios arrojan un saldo de muertos y heridos de ambos bandos.
El presidente Yrigoyen instruyó a Elpido para que estableciera contactos con dirigentes de la FORA IX° Congreso, que era una escisión del anterior que no propiciaba la violencia como medio político. El Jefe de policía se reunió con Sebastián Marotta, secretario general de la entidad gremial y sentaron las bases del acuerdo: en las siguientes 24 horas la empresa Vasena aprobaría las mejoras solicitadas por los obreros y el gobierno dispondría la libertad de los detenidos por los disturbios. Como contrapartida, deberían desalojar el establecimiento ocupado.
Lamentablemente, el plenario de la agrupación sindical rechazó de plano las seguridades brindadas por González y decidió la continuidad de la huelga. Elpidio se hizo presente entonces en la misma sede de los talleres, procurando agotar la vía del diálogo y evitar consecuencias sangrientas, pero su autoridad fue desconocida por los manifestantes y fracasó su gestión. Debió retirarse casi escapando del lugar ya que los más exaltados volcaron e incendiaron su vehículo oficial ocasionando la muerte del custodio subteniente Antonio Marotta.
La crisis llegó a su cenit cuando la patronal decidió recurrir a los matones profesionales y grupos de acción directa emparentados con lo más rancio de la reacción política local que produjeron verdaderos "poogroms" en la ciudad de Buenos Aires, desatando su furia antisemita y xenófoba; lo que fue respondido con mayor violencia de parte de los sectores más combativos del proletariado.
El presidente puso la ciudad bajo la autoridad del Ejército como garantía de orden y paz ya que la policía había sido desbordada por ambos bandos en disputa.
El jefe del acantonamiento de Campo de Mayo, el General Luis Dellepiane, modelo de virtudes castrenses sometidas a la autoridad constitucional, puso fin a la violencia y liberó el establecimiento fabril. El saldo había sido de 20 muertos y más de sesenta heridos.
Como Jefe de Policía de la Capital, Elpidio González llevío a cabo una importante obra de reestructuración de la institución.
Cabe reseñar aquí la adquisición de medios de movilidad mediante la inversión de 230 mil pesos para la incoporación de 16 camiones para traslado de efectivos, 4 automóviles cerrados para oficiales superiores y 500 equinos para la Guardia de Seguridad de Caballería y comisaría suburbanas.
También impulsó la creación de un Registro de Vecindad para una mejor vigilancia de los malvivientes.
Asimismo, promovió el dictado de normas que limitaron las reuniones públicas en las que por cualquier medio se preconizara el desconocimiento de la Constitución Nacional así como el agravio de las insignias nacionales.
Impulsó la construcción de un Sanatorio específico para el personal policial, inciativa que se haría realidad mucho tiempo más tarde.
Otra medida digna de destacarse es la creación del Certificado de Buena Conducta que se otorga por razones de trabajo a las personas que poseyeran cédula de identidad y carecieran de antecedentes penales.
Así también vale mencionar la creación de la Alcaidía de Menores en concordancia con lo previsto en la Ley 10.903 y las disposiciones de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital.
Propugnó la construcción de la Alcaidía de procesados y Contraventores en consonancia con las normas que orientaban la ciencia penal de entonces. La iniciativa no se concretó durante su gestión , sino en 1927.
El alza de los valores locativos motivó la preocupación del Jefe de Policía quien consiguió en Acuerdo de Ministros la autorización para la locación de casas higiénicas y cómodas para subalquilar a personal policial que tuviese problemas habitacionales.
La construcción del panteón policial en el cementerio de la Chacarita fue también obra de González.
Finalmente, la participación en la Conferencia Sudamericana de Policía que finalizó con el Convenio Internacional de Policía, uno de los instrumentos más avanzados de la época para la cooperación policial panamericana.
González dejó la jefatura policial el 2 de setiembre de 1921, siéndole aceptada la renuncia por decreto del PEN del 9 de dicho mes donde se le agradecen "los relevantes servicios prestados".
La renuncia tenía motivos políticos de primer orden para el radicalismo y el presidente Yrigoyen. Elpidio González debía trasladarse a Córdoba - su provincia de adopción - para intervenir activamente en el escenario político local. Ese año se celebrarían elecciones para gobernador y vicegobernador de la provincia, que hasta ese momento se encontraba en poder de los conservadores del Partido Demócrata en la persona del primer mandatario Rafael Núñez.
El 11 de noviembre la Convención de la UCR cordobesa eligió a González como presidente del cuerpo, oportunidad en que éste mocionó que se constituyera una comisión especial que debería entrevistarse con el gobernador a fin de poner en su conocimiento "que el partido Radical estaba dispuesto a ir a la lucha comicial a condición que el gobierno admitiera un control federal, pero que sin esa garantía, el partido se abstendría de participar en las elecciones". En su condición de presidente del alto cuerpo partidario, se le encomendó designar a los integrantes de la delegación - que integró él mismo - siendo recibida de inmediato por el gobernador Núñez, quien escuchó la petición de la representación radical de que se solicitara al gobierno federal la designación de un veedor del proceso electoral cordobés, de boca del propio González. Era evidente que la satisfacción de la demanda de los radicales implicaba tácitamente la admisión de la acusación de parcialidad de las autoridades provinciales a favor de los candidatos demócratas, razón por la que Núñez rechazó la petición. Frente a dicha circunstancia, el presidente de la Convención radical solicitó al gobernador el aplazamiento del acto eleccionario, recibiendo una nueva negativa del mandatario.
Frustrada la gestión de buenos oficios encabezada por González, la Convención provincial retomó la sesión que había pasado a cuarto intermedio y, enterados de la contumaz actitud del gobierno cordobés, resolvió "la abstención electoral del partido radical en toda la provincia, mientras subsistieran las actuales circunstancias".
Al día siguiente, llegó una comunicación admonitoria del ministerio del Interior al gobierno provincial que, si bien agitó el panorama, no impidió la realización del comicio programado para el 13 de noviembre en el que, sobre un padrón de 165 mil votantes sufragaron menos de treinta mil, es decir un porcentaje inferior al 20%. En esa condiciones, el Partido Demócrata obtuvo 28.917 votos adjudicándose los sesenta electores provinciales - pues la Constitución Provincial preveía un sistema indirecto a semejanza de la Carta Magna nacional -y el Partido Socialista obtuvo tan solo 599 sufragios.
El Colegio Electoral Cordobés se reunió el 17 de enero de 1922con la presencia de 56 electores y proclamó por unanimidad al Dr. Julio Argentino Roca (hijo) como Gobernador y el Dr. Félix Sarriá como Vicegobernador.
Mientras tanto, Elpidio debió retornar a la Capital de la República a pedido del presidente Yrigoyen, para hacerse cargo nuevamente de la jefatura policial a partir del 1 de diciembre de 1921. En su mensaje dirigido al personal de la repartición con motivo de su reasunción en la Jefatura, González definió de manera cabal la función policial en el Estado de derecho: "(Es) la Institución una amplia garantía para todos los derechos, como custodio del orden a base de una libertad sin ilegales restricciones, según los fundamentos que son la propia esencia de la democracia".
Continuó en el cargo hasta el 14 de marzo de 1922 cuando renunció al ser consagrado candidato a Vicepresidente de la Nación por la Convención Nacional del Radicalismo, acompañando en el binomio al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear.
Al respecto, cabe efectuar algunas consideraciones con respecto a la significación que tuvo el mandato recibido por estos dos dignos ciudadanos argentinos y radicales por parte del presidente Yrigoyen y el gran movimiento político que ellos integraban y el que serían principales abanderados.
A fines de febrero de 1922 los convencionales nacionales de las distintas provincias fueron invitados a visitar al presidente Yrigoyen quien los recibió con gran calidez en la sede del gobierno donde escuha sus demandas y les explicita su pensamiento. Eran más de doscientos, pero el líder los recibe uno por uno y les habla del partido, de las luchas, los triunfos, las derrotas, la obra realizada y lo que aún resta por hacer...les habla de la elección y de la futura presidencia. Sus interlocutores lo escuchaban con admiración y respeto, en silencio, aguardando "la media palabra". Que no es tal, sino que es "palabra entera": "Voten a Marcelo y a Elpidio", les dijo convencido.
En efecto, el 10 de marzo de 1922 se constituyó la Honorable Convención de la UCR y elige a sus nuevas autoridades: Presidente Francisco Beiró, Vicepresidentes: Ricardo Aldao y Belisario Hernández. Al día siguiente el alto cuerpo partidario retomó la sesión con el propósito de consagrar a los candidatos a Presidente y Vicepresidente de la Nación. Tal el deseo expresado por Yrigoyen, son consagrados Marcelo T. de Alvear con 139 sufragios y Elpidio González con 102 para integrar el binomio radical.
Al aceptar en honroso encargo de su partido, dijo Elpidio González: "Inspirándome celosamente en las virtudes del esclarecido ciudadano que hoy preside la República, cuyo ejemplo democrático me considero en la obligación moral de manifestarlo, ha de constituir la norma de mi acción".
El día 2 de abril se celebraron los comicios nacionales en los que resultó triunfante la fórmula radical con 450 mil votos sobre 200 mil de la Concentración Nacional, expresión política de los conservadores.
Simultáneamente, el radicalismo cordobés preparaba un complot con vistas a derrocar al gobierno provincial e impedir que asumieran Julito Roca Y Félix Sarriá, endilgándoles el carácter fraudulento de los comicios. Según Ricardo Caballero, uno de los máximos responsables del conato revolucionario era don Rómulo Argüello, veterano dirigente de la localidad de Río Segundo y candidato a vicegobernador en las elecciones de 1919 y que contaba con la solidaridad de Elpidio González. También se encontraban implicados otros caracterizados líderes locales del radicalismo como el ex gobernador Eufrasio Loza, Deolindo Machado, Luis Molina y Eduardo Duffy, entre otros.
A comienzos de mayo de 1922, Argüello viajó a Buenos Aires con el proósito de ultimar junto a Elpido González los detalles del movimiento revolucionario que debía estallar en Córdoba el 17 de ese mes, es decir el día de la transmisión del mando de Núñez a Roca (h).
Por entonces, ningún dirigente radical podía sustraerse a la posibilidad de visitar a Yrigoyen que finalizaba exitosamente su presidencia. Concurrió Argüello a visitar al caudillo quien lo recibió cortésmente. En el decurso de la conversación, conocedor de las condiciones conspirativas del presidente, el dirigente mediterráneo le narró al presidente los detalles de la conspiración revolucionaria.
Yrigoyen lo cortó en seco y no lo dejó siquiera finalizar. Le endilgó una filípica y le ordenó que viajara inmediatamente a la provincia a desmontar el complot: "Se va Usted hoy mismo a Córdoba, adelantándose al viaje que hará mañana Elpidio González. A los amigos impacientes o inconscientes les referirá esta escena y les comunicará mis decisiones que mañana llevará el mismo".
Con este panorama, llegó González a Córdoba el 14 de mayo acompañado por sus secretarios Noble y Anchieri y el Dr. Mariano de Vedia y Mitre. Este era un notorio conservador amigo de Julio Roca (h) que le había sido presentado en la estación Retiro antes de partir a la provincia. Fue una coincidencia: uno viajaba para asistir al entronizamiento de su amigo, el otro para desalentar a sus correligionarios que pretendían impedir que asumiera. Departieron largamente durante el viaje. Al llegar a destino, se despidieron amigablemente, ante el estupor de los grupos partidarios que aguardaban a uno y a otro.
Elpidio no se reunió con el hijo del conquistador del desierto - como se especulaba - pero transmitió a los conspiradores la decisión del Presidente Yrigoyen de respetar el resultado de los comicios en los que la UVCR se abstuvo y por ende el futuro gobierno del Dr. Roca.
Los dirigentes revolucionarios cordobeses obedecieron las órdenes transmitidas y se lo hicieron saber al presidente manifestándole que "...confiando en la justicia de V.E. se evitará toda exteriorización de protesta colectiva que pudiera originar dolorosas efusiones incompatibles con la civilización política alcanzada".
El 12 de octubre de 1922 prestaron solemne juramento los nuevos presidente y vicepresidente de la Nación, a la sazón Máximo Marcelo Torcuato de Alvear y Elpidio González.
Comenzó así un nuevo gobierno constitucional que debía ser continuidad del de Yrigoyen pero que bien pronto demostró vocación diferenciadora del precedente. Las designaciones del gabinete de Alvear eran o bien ajenas al partido - como la de José Nicolás Matienzo en Interior - o bien hostiles a Yrigoyen - como los ministros militares Justo y Domecq García. Como reflejo de los nuevos tiempos, el ministerio fue mejor recibido por La Nación y La Prensa que por La Epoca, el órgano oficial partidario.
El conflicto no tardó en producirse. Al concurrir Alevar a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso el 8 de mayo de 1923 promete "gobernar con el concurso de los más aptos...", frase que fue interpretada cabalmente por tirios y troyanos, es decir que se tendía un puente de plata a los conservadores en detrimento de los partidarios de Yrigoyen (supuestamente, los "menos aptos"). A partir de entonces, Elpidio se distanciaría notoriamente de su compañero de fórmula, por su indudable solidaridad con el ex presidente.
Posteriormente el distanciamiento se ahondó a raíz de la carta privada que González remitió a Alvear donde le expresa su malestar por la circunstancia de que no solicite autorización al Congreso para salir de la Capital ni delegue el mando en el vicepresidente en dichas ocasiones.
El intercambio epistolar entre ambos términos de la fórmula gubernamental fue la comidilla de los mentideros políticos y periodísticos - sobre todo de los más furibundamente anti-yrigoyenistas - a raíz de la desleal publicación de las misivas. Todo el episodio derivó en el definitivo enfriamiento de las relaciones entre ambos mandatarios que, hasta entonces habían estado presididas por la cordialidad y el respeto recíprocos.
Otro episodio que denota que tenor del enfrentamiento, que ya es definitivo, entre las facciones radicales ocurrió a raíz de la facultad reglamentaria del Vicepresidente de designar a los integrantes de las comisiones internas de la Cámara Alta. A iniciativa del senador por la provincia de Buenos Aires, Fernando Saguier --otrora amigo personal de Yrigoyen - el cuerpo resolvió privar de esa potestad al presidente natural del organismo y asumir por sí mismo esa facultad.
Al finalizar la presidencia de Alvear, más allá de la división del radicalismo y de la alianza entre los antipersonalistas con los conservadores y socialistas independientes para impedir el regreso de Hipólito Yrigoyen al gobierno, el pueblo le otorga a este un mandato contundente por una mayoría abrumadora de votos.
Al prepararse para asumir por segunda vez la primera magistratura de la República, don Hipólito tiene hacia Elpidio un gesto inequívoco de respaldo y reconocimiento a su inquebrantable lealtad: lo designa Ministro del Interior, asumiendo el cargo el 12 de octubre de 1928. Le esperaba una difícil labor en esa cartera, puesto que debía afrontar la conflictiva situación política e institucional de las provincias cuyanas, dominadas desde antaño por los clanes Lencinas y Cantoni. Por ende, su primera misión consiste en el envío de la intervención federal de Mendoza y San Juan con vistas a normalizarlas.
Desde el primer día de la segunda presidencia yrigoyenista, la oligarquía y sus nuevos aliados conspiraron para derrocar al gobierno legítimo y popular. Logias militares, grupos exaltados, prensa sensacionalista, políticos opositores, grupos concentrados de poder económico, todos formaban parte de la conspiración antidemocrática que se centraba en la supuesta senilidad del caudillo radical y las supuestas bajezas de su elenco gobernante, en el que a González se reservaba un lugar de crítica feroz: no le perdonaban su férrea lealtad a Yrigoyen y a la UCR durante el sexenio anterior.
En abril de 1929 se resolvió la intervención federal de las provincias de Santa Fe y Corrientes, lo que motivó un pedido de interpelación parlamentaria del ministro González en el Senado donde sobrevivía la rémora del Régimen, que además alimentaba una inquina especial contra quien fuera presidente del cuerpo durante el mandato de Alvear.
El clima político interior se enrareció sensiblemente durante ese año. Se perpetró el homicidio del caudillo mendocino Carlos Washington Lencinas y se produjo un fallido atentado contra la vida del presidente de la Nación. La crisis financiera de Wall Street influyó notablemente sobre la economía nacional, agregando un componente económico a la crisis generalizada.
En marzo de 1930 se realizan elecciones de renovación legislativa que son inteligentemente presentadas por la oposición destructiva como un plebiscito contra el gobierno del "caudillo bárbaro y senil". El radicalismo triunfa en los principales distritos del país, demostrando que no se ha evaporado el capital político que significaba la abrumadora mayoría social que llevó a Yrigoyen nuevamente a la Casa Rosada. Pero experimentó un retroceso en la cosecha de voluntades, que fue más palpable en la Capital Federal donde el novel Partido Socialista Independiente obtuvo la mayoría y la minoría fue para el socialismo tradicional. Con una visión fuertemente centralista, la derrota radical fue presentada como el apocalipsis del liderazgo yrigoyeneano.
Hacia agosto de 1930 la Ciudad de Buenos Aires es escenario de tumultos y manifestaciones contrarias al gobierno de Yrigoyen. Las Facultades de Medicina y de Derecho son focos de activismo opositor. El 31 de agosto en la inauguración de la exposición de la Sociedad Rural Argentina, el ministro de Agricultura Juan B. Fleitas quien concurre en representación del presidente, es recibido con una terrible rechifla y gritos de "Muerte al Peludo!". La protesta ha sido cuidadosamente organizada, con distribución de silbatos entre los asistentes.
El 2 de setiembre se precipitan los hechos. El ministro de Guerra General Luis Dellepiane presenta su dimisión indeclinable. Tenía en sus manos la información relativa a la conspiración civil y militar en ciernes y pidió autorización al presidente Yrigoyen para arrestar a los jefes militares revolucionarios, incluído el general Uriburu. Pero el caudillo, confiado, le restó importancia a los hechos, desairando a su ministro. Elpidio González quedó entonces interinamente a cargo de la cartera militar. El desconcierto reinaba en el elenco gobernante. El presidente acusaba un notable deterioro físico, producto además de un estado gripal que se agravó por entonces. Recluído en su casa de la calle Brasil, recibió al vicepresidente Martínez, a los ministros González, Oyhanarte y De la Campa, así como el gobernador bonaerense Nereo Crovetto. Los ministros solicitaron al presidente que delegara el mando en el Martínez para afrontar la difícil situación institucional. "Déjenme reflexionar hasta el lunes" los despidió Yrigoyen.
La tarde del 4 de setiembre en una manifestación realizada en Avenida de Mayo resultó muerto un empleado bancario. El clima se ha enrarecido notoriamente en la Capital y la violencia comenzó a apoderarse de las calles. Algunos partidarios del radicalismo toman venganza por mano propia.
El 5 de setiembre Elpidio y Horacio Oyhanarte, que no demasiado secretamente disputaban la herencia política del caudillo, concurrieron a su domicilio encontrándolo muy desmejorado de salud. González ingresó al dormitorio del enfermo y departió largamente con él, aconsejándole delegar el mando, a lo que Yrigoyen se negaba, siendo disuadido por los médicos que le recomendaron reposo absoluto.
A las 17 horas de ese viernes 5, víspera de la mayor tragedia institucional de la historia nacional, Enrique Martínez asumió la primera magistratura de la Nación y en acuerdo general de ministros decretó el estado de sitio en la Capital Federal por el término de treinta días.
Los confusos sucesos acaecidos el sábado 6 de setiembre encontraron a Elpidio González, sin demasiado éxito y en la medida de los posible, resistiendo la sublevación desde el Arsenal de Guerra junto con dos generales leales a la Constitución Nacional: Severo Toranzo y Enrique Mosconi. El gobierno ha sido incapaz de articular una mínima resistencia contra las bisoñas tropas del Colegio Militar y la multitud enfervorizada que las acompañaban. En gran parte, la responsabilidad era del vicepresidente en ejercicio del Poder ejecutivo, pero a González como a otros colegas de gran predicamento en el radicalismo, les cabe por su notoria inoperancia en defensa del orden constitucional.
Llegada la columna revolucionaria a la Casa de Gobierno, el General Uriburu y sus acompañantes se encaró con Martínez y le intimó la renuncia, a lo que éste se negó en un principio instigado por el ministro de Obras Públicas José Benjamín Abalos y el edecán Tte. Coronel Pomar. La intervención del General Agustín P. Justo y el Dr. Matías Sánchez Sorondo, así como la amenaza de Uriburu de hacer bombardear el Arsenal de Guerra y dependencias militares leales al gobierno, lo disuadieron entregando inmediatamente su renuncia al cargo.
Mientras tanto, en el Arsenal de Guerra, González ignoraba el desenlace producido en la Casa Rosada, hasta que se apersonó el General Justo a comunicar la rendición de Martínez. El ex ministro de Alvear fue abofeteado por el Gral. Toranzo al grito de "¡Traidor!". Los leales comisionaron a Mosconi para confirmar la dimisión del Vicepresidente, en virtud de la cual, alrededor de las 20 hs. se evacuó el Arsenal de Guerra dejándolo en poder de los sediciosos. La revolución había triunfado.
El presidente Yrigoyen, conducido a La Plata por Horacio Oyhanarte y el gobernador Crovetto, es arrestado en el Regimiento VII de Infantería del Ejército donde entregó su dimisión, quedando arrestado.
Días después del triunfo revolucionario, se rumoreó acerca de la existencia de una contrarrevolución radical tendiente a reponer a Yrigoyen en el gobierno de la República. El caudillo en carta dirigida al presidente de facto desautorizó toda tentativa de alterar la paz y el orden en el país, no obstante lo cual el gobierno decretó su prisión junto a otros importantes dirigentes y ex funcionarios radicales entre los que se hallaba Elpidio González. Ambos se encontraron recluídos en el vapor "Buenos Aires", departiendo largamente en las horas de ocio obligado.
Félix Luna especula con la actitud asumida por el vicepresidente Martínez y por Elpidio González durante los prolegómenos revolucionarios y la misma jornada del 6 de setiembre. En su biografía "Yrigoyen. El Templario de la Libertad", expresa sus dudas respecto del accionar de ambos funcionarios como producto del conocimiento que tenían de los hechos que se avecinaban endilgándoles la intención de utilizar el golpe de Estado para hacer renunciar a Yrigoyen para que asumiera Martínez la presidencia en forma definitiva.
Sostiene Luna "el exámen objetivo de los hechos autoriza a presumir que consciente o inconscientemente, Elpidio González hizo el juego a la revolución antes y durante el estallido...". "No se explicaba (Yrigoyen) cómo podía haber ocurrido todo lo de septiembre. Dudaba sobre la actuación de Elpidio González. Llegó a preguntar insistentemente a su defensor si él creía que González había sido un traidor".
Lo cierto es que el comportamiento posterior de Elpidio demostró claramente que las sospechas que recayeron sobre él eran absolutamente infundadas. De la revolución no podía esperar ningún beneficio político ni económico en el orden personal. No solamente se rehusó a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas "Colibrí", para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente.
En la llamada Década Infame, Elpidio pasó a un plano casi decorativo en el Radicalismo. No tuvo prácticamente actuación cívica, quizá como un reflejo de dignidad y convicción de que su tiempo se había acabado y que nuevas generaciones debían asumir la defensa de La Causa.
En diciembre de 1942 fue recibido en audiencia por el presidente Ramón S. Castillo, a quien solicitó diera por terminada de una vez y para siempre la era del fraude en la Argentina.
La revolución militar del 4 de junio de 1943 puso fin a los gobiernos sustentados en el fraude y abrió una nueva etapa en la historia política argentina.
En la campaña electoral de 1945/46 Elpidio retornó a la actividad política para acompañar a la fórmula radical sostenida por la Unión Democrática integrada por José Tamborini y Enrique Mosca. Luego de la derrota sufrida frente a la candidatura del Coronel Juan D. Perón, el mítico ex ministro de Yrigoyen volvió a su silencio político.
A comienzos de 1951 fue sometido a una intervención quirúrgica en el Hospital Italiano donde permaneció convaleciente durante seis meses. Era un eufemismo, no tenía dónde ir a vivir ni quién le prodigara cuidados a su edad. Allí falleció el 18 de octubre a las 4,25 hs., rodeado del afecto de su ahijado Tito Anchieri , Orozco que fuera colaborador suyo desde los tiempos de la Jefatura de Policía, Carlos Borzani e Ismael Viñas.
El gobierno decretó duelo oficial por dos días. Sus restos mortales fueron velados en la sede partidaria de la U.C.R. y llevados al cementerio de la Recoleta.
Su inhumación constituyó una apoteosis de su trayectoria política y su conducta civil. El féretro conteniendo sus restos mortales fue depositado en el panteón del Monumento a los Caídos en la Revolución del '90, junto a Alem e Yrigoyen.
Como legado de su personalidad política y su compromiso cristiano dejó indicado en su testamento que sólo deseaba "ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico, como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma".


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